El café de las 4, de las 5 o de las 6,
cualquiera sea la hora siempre será el mismo, que me acompaña, me despabila, me
anima: su aroma, su esencia, con satisfacción acaricia mi paladar, tanto así
que si me propongo podría dedicarle fácilmente un poema.
Hoy me toca el segundo piso en la cafetería
preferida y a lado de la ventana, puedo ver gente que discurre en automático,
todos apuraditos a la panadería, es hora de comprar el pan para el lonche,
pocos lo toman ahora, aunque vivimos comiendo sea la hora que sea, los negocios
de comida siempre tendrán gente.
Hoy en el segundo piso no hay mesas de mis
contemporáneos como de rutina cuando me siento en el primero, mis vecinos de mesa
una pareja; al parecer ella pagara la cuenta, él déspota le dice: -“si me vas a
engreír, engríeme bien”- y pide un mokachino, un sándwich de chorizo con todas
las salsas y una coca cola helada; ella tímidamente un capuchino. Suena el teléfono
y su timidez queda de lado: “¡Mami donde andas, te estoy llama y llama y no
escuchas el teléfono!”, dice en tono enérgico, al parecer la mamá le indica que
se acabo la leche para la bebe, ella le dice pero si compre hace tres días,
busca bien… entonces me doy cuenta que no es sumisa al mundo solo al hombre que
tiene al frente, pues le sale la fuerza que tiene dentro, el se impacienta, le
dice que corte, ella dice -mamá tengo que cortar-, luego te hablo.
Frente a mí en la mesa grande inexacta otras
historias, tres señores de edad muy avanzada al parecer dirigentes de futbol. Discuten
un reglamento, cada uno opina, ninguno coincide en la idea… sonrió para mí, ¡es
lo usual!
Una mesa más allá un hombre solo saborea
un helado, tal vez disfruta tanto como yo con el café, a los dos nos acompaña
el celular, en esta ocasión yo lo uso para escribir en mi bloc de notas.
Creo que va llegando la hora de pedir la
cuenta, y por lo tanto esta historia tendrá que terminar, debo apurarme porque
hay gente que espera mesa y para escribir con habilidad debo hacerlo en mi casa…,
Pero no todos los rincones me inspiran, yo quiero escribir lo cotidiano, lo que
veo día a día, lo que te da alegrías o tristezas: lo simple
Ya me levanto es hora de regresar, me
acerco a la caja y le pregunto ¿Qué es Zucchini relleno? , me llama la atención en la pizarra del menú, ella
siempre atenta y risueña, me dice son los zapallitos italianos; Ohh!!!! no lo sabía,
me despido y todos los chicos me regalan una sonrisa, me hacen sentir en
familia. Empiezo a caminar y el viento sopla contrario a mí, lo disfruto, me
acaricia, tenuemente, me encuentro con gente que cruza un saludo, una sonrisa,
me alegra, esa es mi nueva vida, hasta hace dos meses, apenas la casa estaba
llena, papá la llenaba toda, ahora es diferente, mi esposo de guardia, mi hijo
en la universidad y yo debo ocupar mi tiempo, haciendo lo que mas me gusta
dentro de ello escribir, debiera hacerlo con mas frecuencia, escucho ahora a
Juan Gabriel “Adonde vas Paloma “no sé cuál es mi estilo, un relato, una crónica,
estoy segura que es libre porque me permite transcribir mi estado de ánimo, sin
tener que esforzarme, liberar mi alma, pienso que debo terminar esta historia
pues la idea es entretenerlos no aburrirlos, será hasta una próxima. Y quiero
dejarles con un pensamiento de Orson Welles (Director de cine estadunidense) Lo
peor es cuando has terminado un capitulo y la máquina de escribir no aplaude.
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