Esta historia de hoy no es jocosa para mí
es una evocación de mi adolescencia, guardo con nostalgia bellos recuerdos que me gustaría
viajar hacia el pasado. Esta vez el escenario se sitúa en mi tradicional
Barranco, exactamente en Alfonso Ugarte 244, callecita corta, que nos acariciaba
con la brisa del mar, bastaba caminar media cuadra para estar frente al malecón
y quedarnos fascinados vislumbrando el azul ilusión del mar. Ahí pase parte de
mi pubertad, recuerdo en la cuadra chicos de la edad, Jorge, Julio, Octavio los
hermanos Mongrut, los chicos Canales, Fernando y Jorge, Gladys, Isabel, mis primas, Nellyta, Malena las
hijas del “Dr. Gordón”, acreditadísimo y apreciado médico del distrito llamado
el médico de los pobres, por su espíritu de ayuda a los más necesitados, entre
otros chicos que recuerdo con tanto cariño.
Siempre me gusto liderar grupos
participando en toda actividad que se presentará, una tarde de conversación de
amigos de barrio, se me ocurrió formar un club, idea que fue bien recibida, por
la collera del barrio. El entusiasmo nos embestía y en menos de una semana el Club “MAFALDA”
estaba creado, a designar presidente, secretario, tesorero, todo como Dios
manda, vivíamos en una quinta y aprovechábamos el área común para sesionar. No
faltaba celebración del calendario que no fuera rematada con una actuación,
sobre todo la del día de la madre, ahí dedicábamos todos nuestros esfuerzos lo
mejor es que cuidábamos cada detalle y todo realizado con mucho amor, nos poníamos armar las mini canastas que
entregaríamos a las mamis, preparando días antes los posavasos hechos de las
tapas de tarros de leches, las mismas que eran limadas, pintadas y decoradas,
las sandalias de cartón a la tallas de nuestras mamás, forradas en tela, se imaginaran que diseños!!!!
entre otras manualidades que se nos ocurría hacer, éramos muy creativas. Luego
la actuación el escenario sala de la casa de mi abuela Julia, sillas
distribuidas en filas y la tradicional flor de solapera, uno a uno íbamos
desfilando con números creativos no existía vergüenza; cuando Isabel oficiando
de maestra de ceremonias anunciaba con retumbes de tambores imaginarios …
Señoras y señores a continuación nuestra amiga Mery nos cantara: “Una carta al
cieloooo”….plaff Pfaff (confieso que siempre fui figuti, como diría mi amiga Zaida), aplausos, salía con
mi rostro embetunado, mi ajuar harapiento y sucio, una cometa echa de página de
cuaderno cuadriculado con la palabra “mamá” jalada por un pabilo sucio, el
número principal; silencio en el salón y concentración total, recuerdo que le
ponía tanto entusiasmo y pasión que dejaba caer más de una lagrima por mi
rostro, lagrimas que eran contagiadas a nuestras mami que tímidamente sacaban
sus pañuelos embebido con olor a rosas como antes se usaba, para secar sus
mejillas, terminado el número corría abrazar a mi mamá.
Cuantos pasajes en
mi vida, cuantos recuerdos realmente inolvidables, relatos que desearía volverlos
a vivir, el tiempo pasa, pero bendito sea Dios que estos permanecen grabados en
mi mente y puedo compartirlos con el mismo cariño y entusiasmo del ayer.
Pregunto a los chicos del Club “Mafalda” si nos damos una oportunidad para un
reencuentro.
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